
Desde sus orígenes en la crítica política durante los años de la dictadura, hasta su labor actual como panelista de programas de cotilleo, u “opinóloga” como ella misma bautizó su nuevo rol mediático; Pamela Jiles se ha encargado de criticar, analizar e invitar a debatir al público espectador. Y es que después de los sucesivos despidos que debió enfrentar a causa de su imagen quizás demasiado política para la televisión actual, la invitación a incursionar en Farandulandia fue una de las pocas oportunidades de permanecer “al aire” que le estaban quedando.
Hoy sin embargo, Pamela Jiles se enorgullece de su participación en el mundo de la farándula. Asegura que su nuevo escenario constituye un espacio de politización tan factible como cualquiera de los otros espacios abiertos por los medios. Incluso ha visto necesario y oportuno dedicar todo un libro a este tema; su última creación, Maldita Farándula. No es de extrañarse, siendo que tres cuartas partes del itinerario de la televisión y la radio actual, son dedicadas al famoseo y su pelambre respectivo. Lo singular del asunto es que ya no sólo son futbolistas y modelos quienes se enfrentan en un intento de acaparar la mayor atención posible de parte de los medios. Políticos y empresarios se han sumado a esta batalla. Tal como lo dice Pamela en su libro, “…sienten que no existen si no están en los medios faranduleros”.
Maldita Farándula habla en parte de la transición que han enfrentado los medios desde los años de la dictadura, pasando por una época de aprendizaje democrático, hasta el mundo en que vivimos hoy. Los llamados “estelares” de finales de los ’80 y a lo largo de los ’90, aquellas representaciones utópicas de una sociedad agotada e impedida por la censura, han sido reemplazados por la práctica de la opinología y sus derivados, en un intento por retratar y juzgar la verdadera realidad chilena. Las masas han dejado de actuar como meros espectadores, y se han abierto paso en la opinión pública mediante este nuevo fenómeno que es la farándula, y a través del cual se transforman las relaciones de poder entre los medios y los espectadores. Ya no es el público quien debe adaptarse al contenido y a la programación que las grandes cadenas televisivas deciden poner al aire. Por el contrario, el enorme crecimiento de la oferta mediática (más canales y nuevos programas) ha conllevado a que hoy sean los medios quienes compiten por satisfacer las exigencias del espectador en una desesperada lucha por mantener el rating y subsistir.
En su Diccionario de la Farándula Chilena, Maldita Farándula se encarga de nombrar a todos aquellos individuos que han hecho lo imposible por darse a conocer y mantenerse reconocidos por las audiencias mediáticas. Empresarios, políticos, modelos, animadores, deportistas y incluso parlamentarios y ministros; parece ser que de este listado no hay quien se salve. Pamela Jiles confeccionó una lista de 198 personajes, incluidas parejas famosas, ella misma y hasta la Presidenta, y agregó además una aguda y deslenguada descripción de cada uno. Lo mismo con otros tantos rostros que integraron la farándula de la dictadura y las cuatro divas chilenas de todos los tiempos, mujeres que el público chileno ha querido enaltecer y humillar.
Lo que destaca de Maldita Farándula es su valentía y originalidad. Uno de los pocos y primeros libros en su especie, seguramente se convertirá en el predecesor de muchos textos de cotilleo que vendrán en el futuro. Considerado como un libro recreativo por muchos, ha tenido una buena acogida por el público de masas. Sin embargo, creo que el mensaje de Maldita Farándula ha sido malinterpretado, y que en realidad esconde un contenido y un significado más profundo del que se le ha dado. Más allá de sus comentarios agudos y descripciones irónicas, el libro de Pamela Jiles se encarga de sacar a relucir una importante verdad presente en la sociedad chilena; y es que hoy somos valorados más por nuestra carta de presentación que por el discurso real que buscamos comunicar. La evolución y éxito de la temática farandulera es la viva prueba de esta nueva forma adoptada de evaluar y juzgar al individuo.
El pasado 6 de julio, cuando la editorial Catalonia y Pamela Jiles decidieron lanzar al mercado a Maldita Farándula, realizaron además una invitación pública a debatir dirigida a todos los integrantes de la sociedad chilena. Creo que es responsabilidad de todos responder a esta invitación.
Hoy sin embargo, Pamela Jiles se enorgullece de su participación en el mundo de la farándula. Asegura que su nuevo escenario constituye un espacio de politización tan factible como cualquiera de los otros espacios abiertos por los medios. Incluso ha visto necesario y oportuno dedicar todo un libro a este tema; su última creación, Maldita Farándula. No es de extrañarse, siendo que tres cuartas partes del itinerario de la televisión y la radio actual, son dedicadas al famoseo y su pelambre respectivo. Lo singular del asunto es que ya no sólo son futbolistas y modelos quienes se enfrentan en un intento de acaparar la mayor atención posible de parte de los medios. Políticos y empresarios se han sumado a esta batalla. Tal como lo dice Pamela en su libro, “…sienten que no existen si no están en los medios faranduleros”.
Maldita Farándula habla en parte de la transición que han enfrentado los medios desde los años de la dictadura, pasando por una época de aprendizaje democrático, hasta el mundo en que vivimos hoy. Los llamados “estelares” de finales de los ’80 y a lo largo de los ’90, aquellas representaciones utópicas de una sociedad agotada e impedida por la censura, han sido reemplazados por la práctica de la opinología y sus derivados, en un intento por retratar y juzgar la verdadera realidad chilena. Las masas han dejado de actuar como meros espectadores, y se han abierto paso en la opinión pública mediante este nuevo fenómeno que es la farándula, y a través del cual se transforman las relaciones de poder entre los medios y los espectadores. Ya no es el público quien debe adaptarse al contenido y a la programación que las grandes cadenas televisivas deciden poner al aire. Por el contrario, el enorme crecimiento de la oferta mediática (más canales y nuevos programas) ha conllevado a que hoy sean los medios quienes compiten por satisfacer las exigencias del espectador en una desesperada lucha por mantener el rating y subsistir.
En su Diccionario de la Farándula Chilena, Maldita Farándula se encarga de nombrar a todos aquellos individuos que han hecho lo imposible por darse a conocer y mantenerse reconocidos por las audiencias mediáticas. Empresarios, políticos, modelos, animadores, deportistas y incluso parlamentarios y ministros; parece ser que de este listado no hay quien se salve. Pamela Jiles confeccionó una lista de 198 personajes, incluidas parejas famosas, ella misma y hasta la Presidenta, y agregó además una aguda y deslenguada descripción de cada uno. Lo mismo con otros tantos rostros que integraron la farándula de la dictadura y las cuatro divas chilenas de todos los tiempos, mujeres que el público chileno ha querido enaltecer y humillar.
Lo que destaca de Maldita Farándula es su valentía y originalidad. Uno de los pocos y primeros libros en su especie, seguramente se convertirá en el predecesor de muchos textos de cotilleo que vendrán en el futuro. Considerado como un libro recreativo por muchos, ha tenido una buena acogida por el público de masas. Sin embargo, creo que el mensaje de Maldita Farándula ha sido malinterpretado, y que en realidad esconde un contenido y un significado más profundo del que se le ha dado. Más allá de sus comentarios agudos y descripciones irónicas, el libro de Pamela Jiles se encarga de sacar a relucir una importante verdad presente en la sociedad chilena; y es que hoy somos valorados más por nuestra carta de presentación que por el discurso real que buscamos comunicar. La evolución y éxito de la temática farandulera es la viva prueba de esta nueva forma adoptada de evaluar y juzgar al individuo.
El pasado 6 de julio, cuando la editorial Catalonia y Pamela Jiles decidieron lanzar al mercado a Maldita Farándula, realizaron además una invitación pública a debatir dirigida a todos los integrantes de la sociedad chilena. Creo que es responsabilidad de todos responder a esta invitación.
B.G.J.

2 comentarios:
cuando lei este libro me senti demasiado culpable, jajaja.
para mi el libro no es bueno ni nada de eso.
siento una cierta atraccion por la vieja pamela.
se que es raro.
pero parece que me gustan las minas brigidas jajaja.
bueno berni espectacular!!! me parecen geniales tus articulos sin duda alguna seras una gran periodista...seras la reencarnacion de Oriana Falacci, bueno un abrazo y un besito...
cuidate, espectacular acTUa .
Un Admirador
Publicar un comentario