Bienvenidos Terricolas.

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*Pelusiar: las pelusas todo lo ven y todo lo saben, es imposible escapar de ellas, porque cuando menos lo esperes ahí estarán para dar su golpe maestro. El tamaño no es lo que importa...

lunes, mayo 28, 2007

"Requiem For A Dream" El Miedo al Miedo


El tema principal no es la droga. No son los efectos de la heroína, ni de las anfetaminas, ni tampoco de la cocaína. De hecho, ni siquiera trata realmente de un joven que pierde el brazo de tanto inyectarse, o de una señora de edad que es atacada por su propio refrigerador. Ni de un afro americano que termina en la cárcel por narcotráfico, ni de una chica que se vuelve prostituta para pagarse el vicio. Los personajes son sólo elementos, símbolos de un tema de trasfondo.

Las películas que tratan la amplia temática de la droga y sus efectos son varias, y por muy entretenidas (a mi gusto) y moralmente didácticas, ya se han convertido en un género cinematográfico más del montón. “Trainspotting” por ejemplo, es uno de los estandartes de la juventud occidental de hoy. Sexo, heroína, locura, muchos colores, personajes bien caracterizados, una banda sonora alucinante (destaco Born Slippy de Underworld, un clásico de la música electrónica), y una historia capaz de seducir al mismísimo papa. Pero más allá de eso y de una enseñanza en cuanto “a lo malas que son las drogas”, la trascendencia de la película es poca. “Scarface”, otro ejemplo. Un clásico de siempre, quizás una de las primeras cintas que se atrevió a tratar el tema del contrabando y el consumo de la cocaína. Imperdonable para cualquier cinéfilo dejar de ver el romance entre la famélica Michelle Pfeiffer de entonces y el ídolo incuestionable, Al Pacino. Pero al ahondar un poco más en las propuestas y la tesis del film, parece ser que Brian Di Palma se quedó corto.

Qué escándalo que una de las cintas más arriesgadas y personales del joven director Darren Aronofsky, pueda imponerse ante clásicos como los mencionados. Es cierto que en temas de guión, actores y tomas, “Requiem For A Dream” no sobresale demasiado en comparación con otros films. De hecho, su real mérito se encuentra oculto. Por lo mismo, es importante profundizar en la propuesta de esta obra. Una idea que abarca más que simples experiencias humanas, que involucra mayor profundidad que la explotada temática de la drogadicción.

Cada uno de los cuatro personajes principales, distintos en género, raza, edad y sexo, juega el papel de representar las varias realidades humanas. O al menos, las más comunes. Lo hacen de forma independiente, cada uno va tropezando por donde más le aprieta el zapato, va sucumbiendo a su propio “talón de Aquiles”. Y es que no todos somos propensos a las mismas adicciones, ni estamos expuestos a las mismas inseguridades. Pero aún así, somos igualmente propensos a sucumbir ante nuestros miedos, a caer en nuestras peores tentaciones. Aquí yace el punto que amenaza a la existencia humana, el único factor capaz de destruir, y desde adentro, cada pieza de nuestra civilización. El miedo y la locura funcionan como las células cancerígenas: atacan desde el interior, donde menos lo esperamos y cuando menos somos capaces de predecirlo. Cada quien oculta sus propios temores, cada quien sucumbe ante su propio punto débil.

Pero nuestros miedos no son siempre lo que aparentan, a menudo adquieren dicha forma para hacerse presentes. Una mujer que sufre de anorexia va encontrar su miedo más profundo encarnado en un refrigerador, o en un plato de comida. Pero esto no significa que realmente tema a ambos, por el contrario, puede ser que tenga contacto con ellos sin experimentar necesariamente un ataque de pánico. En la vida diaria debemos enfrentar los símbolos de nuestros miedos sin hacer mayor escándalo. Pero existen otras instancias en las que tenemos la oportunidad de correr por nuestras vidas con toda libertad. Los sueños son una de ellas; cuando soñamos no existen los límites de tiempo ni de espacio. Una persona se puede convertir en otra fácilmente y en cuestión de segundos. Incluso seres ajenos pueden fundirse en un personaje nuevo que al mismo tiempo nos resulta familiar. En nuestros sueños podemos convertirnos en aquello que siempre hemos querido ser, no existen restricciones. Son situaciones hipotéticamente reales que a menudo nos prestan un refugio a la vida cotidiana y a la rutina. Sin embargo, son un arma de doble filo. Nos permiten materializar nuestros anhelos y aspiraciones, pero de igual forma son la situación perfecta para que se manifiesten nuestros peores miedos, nuestros temores más ocultos. Por lo mismo las pesadillas no son siempre pasajeras, ni desaparecen del todo al abrir nuestros ojos. Existen algunas que nos persiguen durante meses, años, incluso para toda la vida. Son sueños constantes, que varían en pequeños detalles pero que por lo general se presentan de igual forma. Esta es la prueba de que al soñar nos apoyamos en el inconsciente mismo.

Otra situación propensa en la que se pueden materializar nuestras aflicciones son aquellas en las que nos encontramos bajo los efectos de las drogas. Si bien existen sustancias que nos fortalecen y nos hacen sentir invencibles, fuertes, grandes, lejos del alcance de todos, existen otras capaces de convertirnos en meros blancos de nuestro propio inconsciente y nuestras inseguridades. En este nivel los efectos son secundarios.

La droga tiene dos formas de volver al hombre vulnerable. La primera es la experiencia misma, el episodio lunático en sí. Períodos de tiempo en los que resulta fácil, y a menudo la única opción, volverse loco. De hecho, tendemos a olvidar el límite entre la psicosis y la cordura. A nuestro alrededor, todo se transforma, incluso nosotros lo hacemos. Nuestro entorno adquiere una personalidad propia, una capacidad de convertirse en lo que queramos; suave, brillante, tenue, oscuro, colorido, sedoso. Nuestro cuerpo también adquiere cualidades que con anterioridad desconocíamos; podemos prescindir de él por completo, o aumentar el potencial de nuestros sentidos. Y la experiencia es realmente hermosa, incapaz de situarse en algún contexto de la vida normal. La vista, el gusto y el tacto se convierten en armas para interiorizar aquello que se encuentra exterior a nosotros. Nos hacemos uno con aquello que tocamos. Los sabores trascienden nuestra lengua, penetran en el cuerpo y se dispersan por cada célula. La vista se vuelve selecta, adicta a la luz y a los colores. Es una instancia para volvernos locos y estar orgullosos de ello. Porque en aquel minuto nada importa, ni siquiera quienes estén observando y juzgando. Pero estas experiencias no siempre resultan como se les espera. En este punto podemos utilizar el ejemplo (y contrastar con la película), el caso de Sara Goldfarb, la madre de Harry, el personaje principal. La mujer comienza a experimentar con anfetaminas como parte de una dieta recetada por su médico. Durante un episodio en el que se encuentra bajo los efectos de la droga, la mujer se ve enfrentada a la materialización de uno de sus peores miedos. Mientras se encuentra sentada viendo televisión, el refrigerador (vacío y desusado) adquiere vida y con violencia comienza a dar pasos hacia ella. Desde el punto de vista cinematográfico, la escena resulta muy bien construida, y por lo demás logra transmitir su intención al público: aterrorizar. Al igual que en una pesadilla, una situación completamente absurda e imposible se da en una instancia real. Ésta es la peor amenaza que presenta el consumo de drogas, la materialización de nuestros miedos en plena vida diaria, en medio de aquello que conocemos como realidad, donde nada puede amenazarnos sin que lo controlemos.

La segunda manera que tienen las drogas para vulnerabilizar al ser humano son sus consecuencias. Es el punto en que el consumo adquiere más importancia que vivir realmente o incluso que experimentar. Dejamos de admirar la belleza de los efectos para responder a necesidades meramente biológicas. El hombre se convierte en una máquina de autosatisfacción física. Ya no es su mente la que exige nuevas experiencias, es su cuerpo el que exige placer. Se pierde la intención real de la droga, se olvida el porqué de su uso. Harry Goldfarb no es adicto a lo que piensa o a lo que siente cuando está bajo los efectos de la heroína. Como espectadores jamás se nos relatan las razones de por qué se acercó a ella, sólo podemos juzgar su adicción en sí. Y es posible deducir que el personaje consume por la satisfacción física, casi fisiológica, que le presta la sustancia. A diferencia del primer caso en que el hombre se vuelve irrazonablemente loco y olvida su entorno, en este último el individuo se trastorna dentro del diario vivir. Vive en un estado de locura y está consciente de ello. Está loco dentro de su realidad, la lógica lo atormenta.

Las drogas son diferentes, también lo son sus efectos. Los hombres también son distintos, al igual que sus inseguridades e insatisfacciones. Ésta es la razón de porqué algunos se vuelven adictos a ciertas drogas mientras que otros suelen optar por ciertas otras. Cada quien elige lo que más le satisface. Y al minuto de experimentar, debemos tener en cuenta que el umbral de los miedos puede estar tan presente en la experiencia como lo está en nuestro propio inconsciente. Intentar huir de ellos sería como huir de nosotros mismos. Sin embargo, de las drogas pueden resultar instancias para enfrentar dichos miedos dentro de lo que es la vida real, no a un nivel fantasioso o de ilusión. Debemos perder el miedo al propio miedo, debemos introducirnos en situaciones que nos resulten amenazadoras para comprobar que en realidad somos más fuertes. A medida que nos rehusamos a experimentar con nuestras debilidades, estamos al mismo tiempo alimentándolas. Al hacer caso omiso de ellas, éstas seguirán creciendo y se apropiarán de nuestra personalidad. Nos volveremos insensibles, cobardes, fríos, y olvidaremos el placer de pensar. Nada que el cuerpo pueda sufrir se compara con el sufrimiento de la mente. Es peor perder la capacidad de razonar, que perder una pierna. Recuerden que la inteligencia es lo que no hace humanos y el pensamiento aquello que nos hace personas. “Requiem For A Dream” es una metáfora irónica de lo que ocurre cuando dejamos de responder a la mente para dedicarnos a la satisfacción del cuerpo. Y es que lo físico puede ser más fuerte ya que es de por sí lo primero que vemos al acercarnos al espejo, lo que nos atribuimos como identidad. Sin embargo, debemos recordar que no somos los ojos verdes ni la piel oscura, no somos el cabello largo ni las piernas cortas. Aquello que nos hace ser es lo que pensamos, cómo pensamos y cuándo pensamos. Y el temor nos condiciones y nos limita.

Perdamos el miedo, hagámonos valientes como si no existiera otra vida. Como si esta jamás fuera a terminar.



B.G.J.

1 comentario:

Economia internacional dijo...

wena ñoñi
me gusto como exponi el tema de lapelicula..
por seguro esa pelicula está dentro d emis favoritas
no explica solo una faceta extrema de los hombre sy muejres
si no queva mas alla
y como siempre tu toq..
una pequeña moraleja al final
jaja
ya perna
eri bakam
xas